Se dejará de cuentos. No se irá con el príncipe azul ni tampoco con la rana. Se quitará la ropa sin rasgarla ni dejar caer los botones. Se desabrochará los zapatos con tranquilidad y no clavará ningún tacón. Se soltará la coleta pero no se removerá el pelo. La maraña le impediría ver el horizonte y lo más cercano a sus ojos. No echará sapos ni culebras por su boca. Esbozará una sonrisa y mirará a las nubes sin querer alcanzarlas, sólo por el placer de verlas moverse sin prisas ni rabia. No querrá alas ni hadas para volar. Tiene sus pies para caminar. Se olvidará de la varita mágica y se servirá de uno de sus dedos para trazar la magia en el suelo. Cambiará el tiovivo y los desiertos por el paisaje de su cuerpo. Dejará de escuchar música celestial y se concentrará en el sonido de su corazón. Un corazón nuevo, diferente al que dibujan los niños y los enamorados. Un corazón de ella misma, cubierto por una piel sin necesidad de abrazos de peluches ni muñecos. Se olvidará las golosinas en el borde de la ventana para que las coman los pájaros. Se lamerá sus labios como su mejor caramelo. Seguirá con la poesía pero ya no será poesía de planetas perdidos. Será poesía de galaxias aterrizadas en la palma de su mano. Dejará el pensamiento negro y las visceras violetas. Se centrará en sus pasos despojados de adjetivos. Y empezará a caminar con su nueva poesía corriendo lentamente pero sin pausa por sus venas de mujer... de Mujer Tranquila...
lunes, 25 de enero de 2010
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