viernes, 4 de marzo de 2011
Relato II
Me he tragado el escenario de nuestra historia de dos y todos sus elementos: nuestro decorado siempre a medio hacer, nuestras luces intermitentes, las bambalinas donde tú nunca me revelabas nada, nuestras escenas siempre incompletas, el vestuario que tú siempre me imponías y a mi tanto me encerraba, el suelo donde nunca podía dejar huella, mis monólogos cortados en mitad de la función impidiéndome alcanzar el clímax.
Hoy lo he vomitado entero sobre el escenario de mi cuerpo. Y he ido limpiándolo poco a poco con temor a despedirme de todos ellos.
Todo nuestro teatro lo he guardado en un baúl.
El sol con su foco inmutable me ha iluminado. Las sábanas me han quitado el maquillaje que tanto me estorbaba con sus dedos de algodón. El colchón ha hecho que de un brinco ponga mis pies en el suelo. Los armarios-bambalinas han ido cerrando filas y me han impedido vestirme. Me he quedado desnuda. El foco del sol me ha calentado de arriba abajo. Las cortinas han subido el telón sin previo aviso y me han mostrado a un público insospechado: el mundo exterior.
Todavía en un estado semi-inconsciente las paredes que me han visto tantas noches llorar me han susurrado:
“Sal, hazte ver, es hora de empezar la función de tu FELICIDAD.”
miércoles, 2 de marzo de 2011
El semáforo azul (Gianni Rodari)
Una vez, el semáforo que hay en la plaza del Duomo de Milán hizo una rareza. De improviso, todas sus luces se tiñeron de azul y la gente no sabía a qué atenerse.
-¿Cruzamos o no cruzamos? ¿Estamos o no estamos?
Por todos sus ojos, en todas direcciones, el semáforo propagaba la insólita señal azul, de un azul tan azul como lo había estado nunca el cielo de Milán.
Mientras esperaban a ver qué pasaba, los automovilistas gritaban y tocaban el claxon, los motociclistas hacían rugir el tubo de escape y los peatones más gordos gritaban:
-¡Usted no sabe quién soy yo!
Los ingeniosos decían irónicamente:
-El verde se lo habrá comido el alcalde para hacerse una casita en el campo.
-El encarnado lo han utilizado para teñir a los peces de los jardines.
-¿Sabéis que hacen con el amarillo? Lo añaden al aceite de oliva.
Finalmente llegó un guardia y se situó en medio del cruce para dirigir el tráfico. Otro guardia buscó la cajita de los mandos para reparar la avería, y quitó la corriente.
El semáforo azul, antes de apagarse, tuvo tiempo de pensar:
“¡Pobrecitos! Les había dado la señal de “vía libre” para el cielo. Si me hubiesen entendido, ahora todos sabrían volar. Pero quizá les ha faltado valor”.
"Cuentos por teléfono" Gianni Rodari
-¿Cruzamos o no cruzamos? ¿Estamos o no estamos?
Por todos sus ojos, en todas direcciones, el semáforo propagaba la insólita señal azul, de un azul tan azul como lo había estado nunca el cielo de Milán.
Mientras esperaban a ver qué pasaba, los automovilistas gritaban y tocaban el claxon, los motociclistas hacían rugir el tubo de escape y los peatones más gordos gritaban:
-¡Usted no sabe quién soy yo!
Los ingeniosos decían irónicamente:
-El verde se lo habrá comido el alcalde para hacerse una casita en el campo.
-El encarnado lo han utilizado para teñir a los peces de los jardines.
-¿Sabéis que hacen con el amarillo? Lo añaden al aceite de oliva.
Finalmente llegó un guardia y se situó en medio del cruce para dirigir el tráfico. Otro guardia buscó la cajita de los mandos para reparar la avería, y quitó la corriente.
El semáforo azul, antes de apagarse, tuvo tiempo de pensar:
“¡Pobrecitos! Les había dado la señal de “vía libre” para el cielo. Si me hubiesen entendido, ahora todos sabrían volar. Pero quizá les ha faltado valor”.
"Cuentos por teléfono" Gianni Rodari
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