
Me he tragado el escenario de nuestra historia de dos y todos sus elementos: nuestro decorado siempre a medio hacer, nuestras luces intermitentes, las bambalinas donde tú nunca me revelabas nada, nuestras escenas siempre incompletas, el vestuario que tú siempre me imponías y a mi tanto me encerraba, el suelo donde nunca podía dejar huella, mis monólogos cortados en mitad de la función impidiéndome alcanzar el clímax.
Hoy lo he vomitado entero sobre el escenario de mi cuerpo. Y he ido limpiándolo poco a poco con temor a despedirme de todos ellos.
Todo nuestro teatro lo he guardado en un baúl.
El sol con su foco inmutable me ha iluminado. Las sábanas me han quitado el maquillaje que tanto me estorbaba con sus dedos de algodón. El colchón ha hecho que de un brinco ponga mis pies en el suelo. Los armarios-bambalinas han ido cerrando filas y me han impedido vestirme. Me he quedado desnuda. El foco del sol me ha calentado de arriba abajo. Las cortinas han subido el telón sin previo aviso y me han mostrado a un público insospechado: el mundo exterior.
Todavía en un estado semi-inconsciente las paredes que me han visto tantas noches llorar me han susurrado:
“Sal, hazte ver, es hora de empezar la función de tu FELICIDAD.”